martes, 26 de enero de 2010

Caprichos de Idiosincrasia

¿Para qué escribir en inglés?

¿Para qué dejar garabatos en un papel con tinta ilegible, con jeroglifos de países que al final del día no nos pertenecen?

Son palabras que sirven de utensilios de cocina, que crean, saborean y producen; sin ser éstas las primeras que oí en mi niñez, ni las primeras que me atreví a decir en voz alta. No fue Shakespeare quién me llevó de la mano, fue Otero Silva, García Márquez. No fueron contracciones de palabras las que se dejaron manipular por mí, fueron acentos.

Entonces, ¿Para qué alejarse tanto de dónde empezó todo? De Aureliano Buendía, de las casas muertas, de la Rayuela, olvidarse por un momento del humor de Fernando Savater o de la deliciosa locura de Ernesto Sábato?

Algunos dicen que pedir prestado el bolígrafo de otras lenguas, en especial el de una que juega a conquistar el mundo, es como traicionar la identidad cultural, porque que quede claro: para los estándares sociales que nos acorralan, perdón, que nos rodean, el idioma hablado y escrito es el principio de la idiosincrasia. Inutilizarlo momentáneamente sería como traicionar la religión, los valores, la moral, todo lo que nos formó, o que al menos trató de formarnos.

Entonces, como quién osa a romper las reglas, ¡que dios nos libre de explorar otras lenguas! o peor aún, de aprender a disfrutarlas tanto que se apoderen por épocas de nuestras resmas de papel…

Pero en todo este asunto de la identidad y las raíces, algunos olvidan mencionar los pequeños baches que éstas nunca han logrado llenar. Olvidan que los que escriben lo hacen porque sí, con o sin coherencia, en castellano perfecto y pulido, o tan imperfecto que atenta contra la estabilidad intelectual de algunos.

En mi caso entiéndase por el idioma del escrito como un medio casi involuntario, resultado exquisito de una exposición placentera o dolorosa ante el mundo que rodea a aquel que escribe. Porque no se trata sólo de hacerse entender dentro de una geografía, es un impulso, por no entrar en detalles arduos, de ideas, emociones y explosiones, que se cuelan a través de un pequeño agujero de la mente humana. A veces toman forma en un idioma familiar y seguro, a veces en uno extraño y retador, otras ni siquiera llegan a vivir a través de letras, por simple incomprensión del mismo escritor.

Pero, por inevitable que resulte, lo cierto es que de impulsos y caprichos nunca ha entendido mucho la idiosincrasia.

Creation


Close your eyes.

And as soon as the blackout takes over, let the burning pavement disappear from below your feet. Block the artificial lights, the dust, the screams, the beggining of chaos.

And when you open them, do it carefully so the hot rays of sunlight don’t hurt your eyes. Listen to the breeze whispering lullabies, the drops falling from nowhere.

Rocks rise full of revelry, high enough to walk through clouds; the sky swims down to touch at least a small part of the humid ground, showing off proudly a hypnotizing work of colors, from peach to blue, to wine, to indigo. Water is born, working a path towards the beginning of things; foam sparks and rain releases itself over you.

Finally, earth can be made again.
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Picture: Kari-Kari

jueves, 21 de enero de 2010

Thirst...


You have had it, so many times in your life.

You have suffered it, savored it. That unbearable soar in your throat, that despairing excess of sweetness.

You have fought it, searching for ways to replace the pleasure that only satiation can ever bring.

You have fooled it, stroking your tongue against your broken lips, rubbing your fingers over the dry skin of your neck, breathing in air that runs down your lungs like broken glass.

You have despaired because of it, you have even tried to live in spite of it.

But just one second before reaching insanity, and a split moment after running out of hope, opportunity might smirk at you, and will let you get rid of that necessity…

…but don’t satiate it all at once. Tease it, see yourself through it, let it run down your bare fingers.

Let it teach you what satisfaction is all about.
--
Picture: Kari-Kari

Duda


Todo quedó en silencio. Su seca respiración latía diminuta dentro de su pecho. Sus músculos se tensaron aún más, había llegado el momento de hacer justicia y todo estaba resultando más fácil de lo que se lo había imaginado. Una incómoda sonrisa se desplazó en sus labios.

Pensó en saborear el momento, pero los ojos del hombre al que había acorralado eran tan vacíos como el mismo silencio. Tragó saliva, áspera y pesada. El ácido sonido que produjo su arma al prepararse le recordó que esto no era uno más de sus sueños, ni una más de sus pesadillas.

Sus dedos, hirviendo en un sudor helado se aferraron aún más al cuello de su víctima. Los papeles se habían invertido. Alguna vez él fue el acorralado, la víctima.

De pronto sintió como su sonrisa se desvanecía silente. ¿El arma se había quedado trabada o eran sus dedos los que se habían congelado en ella?
La sonrisa se trasladó al rostro de la víctima.

Había resultado muy fácil, tanto en sueños como en pesadillas, cumplir con su propia sentencia de justicia. Ahí él era determinante, tajante, su piel no sudaba, el metal del arma no vibraba vacilante contra la cien del hombre que merecía morir.
Un frío sonido estalló de la garganta del acorralado. El ruido desató al victimario, lo asqueó, le dio nauseas. ¿Era ese sonido una risa burlona?

El arma, desafiante, cobró vida en un segundo.
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lunes, 18 de enero de 2010

Downfall


She walks slowly...

So slow that her legs feel light, lighter than the rhythm of her breathing.

The wet, cold ground embraces the bare palms of her feet, like everything else.

Like everything always does.

She closes her eyes for a moment, to concentrate, and when she opens them in the dark forest
she sees with contempt what she has been running after. She aims, directs her bow, her arrow, her meditation towards the fierce creature, with bright yellow eyes that swear to be a threat.

Her pulse doesn’t tremble. Her hands remain stiff. The beast opens his mouth slowly, flashing his white teeth, liking grinning gracefully.

She hesitates for once that night, contemplating the monster.

Or…is it not a monster? The creature breathes, moves slowly towards her. His skin rising. His hair shining, a beautiful mixture of silver and ebony. His heat fills the space between them, breaking the stiffness of the cold forest.

Her bow and arrow are no longer pointing at the approaching creature. She admires how he moves, with premeditation, elegancy seducing her eyes, uncertainty ruling the minutes she probably had left.

She closes her eyes again, for seconds only, considering all to be a dream.
But she doesn’t wake up, and she can only feel tempted by the sense of his deep breathing, inches away from her skin.