Odio entrar en política, pero…
Domingo 07 de febrero de 2010: Presidente de Venezuela ordena la expropiación del edificio La Francia.
Lunes 08 de febrero de 2010: Comerciantes y empleados reclaman lo que llaman la expropiación de su libertad.
Martes 09 de febrero de 2010: Desalojan Edificio La Francia.
Sencillo…¿no? Como chasquear los dedos, como desaparecer y aparecer cosas por arte de magia...
Pues con un poco de nostalgia me dediqué a desempolvar mis primeros trabajos universitarios y encontré esta crónica que escribí con un amigo en el 2005. Lo que se llegó a convertir en una travesía caraqueña ahora, al igual que otras cosas, no será más que parte de la historia de nuestro país, de esas cosas que entran en una frase como: “¿Recuerdas ese edificio del centro? ¿Aquel donde vendían pura joyería de oro?”
Travesía por el Oro
“!Se vende el dólar. El euro. Se compra el oro e’ 18 a 80 mil!” fue lo primero que oímos al salir de la estación del Metro de Capitolio. El húmedo clima, los conductores impacientes y la falta de espacio para transitar debido a los buhoneros, caracterizan la “travesía” en que se convierte cada visita al Edificio La Francia cuando se busca una prenda que cumpla con las 3B -bueno, bonito y barato-.
Subiendo por la avenida Norte 4, entre el remodelado Teatro Ayacucho y el antiguo Congreso Nacional, mi compañero de travesía y yo fuimos interceptados por el “promotor” de uno de los tantos locales que, en las afueras de La Francia, se dedican a la compra de oro. Los supuestos compradores parecían estar alineados estratégicamente a la espera de su próxima presa. Irónicamente, fuimos nosotros.
Intercambiamos miradas cautelosas, pero por aquello que definen como curiosidad, nos dejamos llevar. El entusiasmado promotor aseguraba tener los mejores precios a medida que nos conducía hacia el último local en uno de los pasillos cercanos al centro joyero. “Pasa adelante” dijo el encargado mientras abría la puerta corrediza de un pequeño cuarto posterior. “Pero…yo no tengo oro” le repetí constantemente al alejarme de la sospechosa entrada. “Muéstrame la cadena. ¿Quieres ir a un sitio más privado?” insistía el promotor, pero sin mucho preámbulo mi amigo me haló tajante del brazo, hasta separarme de los hambrientos compradores de oro barato.
Finalmente entramos a La Francia, nuestro destino final, ese edificio que ha sido por muchos años el principal proveedor de los anillos de matrimonio, graduación, cadenitas de bautizos y afines de la ciudad capital. Luego de haber pasado por los primeros locales de “joyería”, nos encontramos con una disyuntiva: subir por las estrechas escaleras llenas de clientes apresurados o por los pequeños y antiguos ascensores. Al ver lo lleno que iban los elevadores preferimos hacer un poco de ejercicio y subir a pié hasta el cuarto piso, donde nos dispondríamos a averiguar el precio del oro, comprobar ese mito urbano que dice “mientras más arriba más barato es el oro” ¿y por qué no?, comprar alguna pieza.
Mientras subíamos lento pero “a paso de vencedores”, tal y como citan las vallas del Gobierno que cubren Caracas, detallábamos las joyerías, locales y puesticos de cada piso. El contraste que se observa es impresionante. Puedes encontrar desde un comercio con acabados en madera y grandes vidrieras con luces amarillas que le dan un brillo adicional al oro, como también un pequeño puesto con luces blancas, un mostrador y dos vendedoras.
Al llegar al cuarto piso, entramos al local Joyerías Gady y echamos un vistazo a las vitrinas para comprobar la variedad de la mercancía. No sólo abundaban los anillos y cadenas, sino que encontramos desde pulseras de plástico hasta piezas únicas. Una de las vendedoras se ofreció a atenderme, y a medida que me mostraba sus artículos más vistosos le hice el comentario sobre mi encuentro con los “promotores” afuera del edificio. “¡Esos tipos son unos ladrones! Todo lo que te digan es mentira... te compran la pieza y luego te siguen para quitarte el dinero. Además, te engañan con la calidad de oro. Te compran el oro de 18 como si fuese de 14 quilates”, me dijo Ángela Patiño mientras abría una vitrina para sacar una pulsera.
La situación económica del edificio La Francia – fundado en 1946 y que alberga 90 joyerías- ha desmejorado en los últimos seis años. La clientela y las ventas han disminuido y el precio del oro ha subido considerablemente. A esto se le suman las constantes y molestas inspecciones del Seniat que han cerrado hasta 44 joyerías en el año 2004. Sin embargo, hay quienes se mantienen fieles al centro joyero. Rosalba Carrillo, cliente fijo de Joyerías Gady desde hace más de 25 años, es una de las pocas personas que aún va regularmente a comprar. Para ella es algo común dejar su carro en Unicentro El Marqués, tomar el Metro hasta Capitolio, comprar y regresarse con todas las prendas escondidas en la ropa, evitando llamar la atención. “Es común que la gente venga a comprar para luego revender. Como la Sra. Rosalba son pocas las personas a quienes le hacemos rebajas e incluso le aceptamos dólares”, explicó Ángela.
Dándole las gracias nos retiramos de la tienda y nos dedicamos a comprobar lo que nos había dicho. Continuamos subiendo hasta el noveno piso averiguando precios. Logramos desmentir el mito. Los precios en todo el edificio variaban en un 20%. A decir verdad, el costo oscilaba según la elegancia de la tienda. La Francia era un centro de comercio en toda su expresión. Grandes locales, pequeños establecimientos, créditos, calidad, estafas, oro, fantasía, regateros profesionales, ilusos del mercado; todo estaba ahí, en una sola estructura.
Satisfechos con nuestro descubrimiento y decepcionados por no haber comprado nada nos dirigimos a la salida del edificio.
Nuevamente recorrimos la avenida Norte 4 en dirección a la estación del Metro. Mientras bajamos las escaleras escuchamos como se perdían, entre el ruido citadino, las voces de los “promotores” que gritaban sin descanso: “!Se vende el dólar. El euro. Se compra el oro e’ 18 a 80 mil!".
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