domingo, 5 de septiembre de 2010

Cinco pasos fáciles para perder la cordura

No se conforme con encender la radio al medio día, ver televisión en el horario noticioso, ni con leer la prensa en la sección de sucesos. Para perder la cordura, y llamarlo un éxito, se deben seguir ciertos pasos. Recuerde cumplirlos en orden, sin saltar ninguno.

El primero, y el primordial: asegúrese a sí mismo que usted está cuerdo. Repítalo en voz alta, en la mañana, antes de su ducha, al desayunar y antes de salir de su casa. Usted está cuerdo.

El segundo: ármese de paciencia y tolerancia. Cuando sienta que debe enfadarse, no se enfade. Cuando sienta que debe llorar, no llore. Cuando sienta que debe gritar, por favor, no grite. Respire profundo ante estos sentimientos negativos y reprímalos, proceda a guardarlos en una cajita imaginaria y comprímalos en lo más profundo de su inconsciente, haciendo siempre espacio para las que vendrán.

El Tercero, y el más difícil: Sonría luego de cerrar cada caja. Para lograr esto relaje los músculos de la cara, recuerde momentos placenteros de su infancia o chistes que oyó recientemente. Si se ríe en voz alta, mejor. Asegúrese siempre de no contar a los demás el motivo de su alegría artificial.

El cuarto: Cuente las cajas. Recuerde siempre el orden en que las va guardando. Si es más fácil para usted, lleve la cuenta de su colección de cajas en un cuaderno, utilice fechas y horas para conocer el progreso de su colección.

El quinto, y el más metódico: Cuando haya contado diez cajas, ubique un momento de crisis para completar el proceso. Defínase crisis como un espacio de explosión de emociones negativas, generalmente provocado por otra persona. Reconocerá estos momentos por venir acompañados de stress, disgustos, problemas sin soluciones rápidas y molestia general. Manténgase siempre alerta, pues no sabe cuándo ni donde encontrará su momento de crisis ideal. Aproveche estos preciados espacios una vez que los localice, y proceda a abrir paulatinamente cada caja que estuvo guardando en los últimos días.

La reacción química y física varía ligeramente según cada persona, pero por lo general, usted se verá influenciado por las siguientes sensaciones: rabia, odio, rencor, autocompasión, rabia otra vez; sumado todo a unas intensas ganas de desquitar su furia contra el mundo. Ahora sí: enfádese, llore, por favor grite. Siéntase en la libertad de desligarse de su ira interna y esparcirla por sus alrededores. En caso de sentirse cohibido recuerde siempre que todos son culpables de su furia reprimida.

Al completar la última fase del proceso revise que los resultados obtenidos hayan sido satisfactorios. Vidrios esparcidos en el piso, ventanas rotas y muebles volteados son algunas señales de progreso. Si es así alégrese, va usted por buen camino. Respire profundo y comience de nuevo desde el primer paso. Repita el proceso cuantas veces sea necesario. Si siente que ayudará a mejorar sus resultados, acompañe esta rutina encendiendo la radio en horas del mediodía, viendo televisión en el horario de noticias y leyendo la página de sucesos del periódico.
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Arte: Tim Parish

domingo, 30 de mayo de 2010

Victoria


Aram se detuvo. Esta vez sudaba de ansiedad, no de cansancio. Sintió oscuridad en el eco de la cueva. Silencio. Alzó la vista, hacia el techo rocoso que se perdía en sombras sobre él. El muchacho hundió los pies en la arena mojada, apretó sus dedos en un puño tenso.

Del fondo del lago rugió su descubrimiento, y mientras la bestia deslizaba sus múltiples cabezas del agua destellando los mil dientes, Aram ahogó un grito de victoria. No era un lunático, siempre había tenido razón. El monstruo…era real.

Respiró.
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Arte: CrackBag

Seducción



Tu tez corre tan lento

que enardece, enfurece.

Desvanece Todo.
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sábado, 8 de mayo de 2010

Trance


Ella tenía ojos cafés, y a él le encantaba ese sobrio detalle.

Él sabía que la comisura de los labios, el corte fino del mentón y los mechones que escondían sus oídos estaban todos creados para enmarcarle los ojos; tanto, que penetraban al hablar, destellaban al reír y dolían al dormir.

Si él tuvo algún momento de desvelo durante el tiempo que la conoció, se debió al invierno que lo gobernó cada noche que se despedía de ella. Si tuvo vida, fue por el elixir que los ojos destilaban.

Pero después, los ojos fulminaron, amenazaron con horrores que parecían imposibles, devastaron la paz que nunca fue de él, y se perdieron, mucho antes que ella.

Se reinventaron, pero para él sólo quedó el marco, vacío e imposible de contemplar.
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martes, 4 de mayo de 2010

Bitácora


Segundos.

Arde, sin pensar fuerzas se filtra por las venas.
Recuerdo obviarla, ignorar lo latente. Durante minutos respiré profundo, y durante horas esperé.

Días.

El ardor enfureció, a duras penas respiraba. La herida sangraba, la sentía correr. Pensé en dejarla morir y cicatrizar tras su muerte.

Semanas,

y admití que la herida crecía. Reconocí el dolor y odié el ardor. Me pregunté cuánto tiempo tendría que seguir aguantando. La cubrí con las manos, probé limpiarla, sanarla, la dejé.

Meses.

El dolor renació. La herida respiraba, pensaba, desafiaba. La vendé, por fin la vendé. Me aseguré de cubrirla, de presionarla para detener cualquier derramamiento y esperar la cicatriz.

Años.

Cambio las vendas con frecuencia, siempre empapadas.
Me pregunto si la sangre se acaba.

¿Dolor? A veces, siempre, nunca. No sé.
Cambio las vendas.
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Arte: PhatPuppy

lunes, 3 de mayo de 2010

Proceso



No atentes contra lo extraño.


De lo extraño palparás lo fantástico,

Y sólo de lo fantástico catarás lo maravilloso.

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Arte: Phatpuppy

martes, 30 de marzo de 2010

Speech


Deaf, she suddenly comes to realize it. She blinks, and her eyelashes hurt her eyes.
He has been talking, intently, unstoppably, and the soaring of her neck tells her that she has been nodding all along. He, of course, has been submerged in the oblivions of his own speech, a speech she knows nothing of, making her wonder if what he’s saying is important, or delicate, or interesting even. She bites her lower lip, she’s too lost at this point to ask him, and too entranced to care.

As an honest result she stares at him, at his eyes, at his moving mouth. She surprises herself shortening the distance she has been managing to build between them, to listen properly, only that she never listens at all. Words flow out of his mouth, sound manages to bounce on the skin of her cheeks, but none of it makes any sense at all to her.

She stops nodding, why nod at all? why move at all? why even breathe at all?

She can tell, by the heat that rises up her chest, that she is becoming a menace. She feels when her eyes silence him, admitting just how empty his monologue has been to her. Maybe it was the involuntary movement of her lips, the beating of her chest, or the swallowing of her throat, but she leads him to be under the impression that she will say something next. And so he approaches her, only an inch, and his eyes tell her that he is preparing to listen intently to...absolutely nothing, for she is not planning to speak at all.

She does not bite her lips this time, or raises her eyebrow, or does anything that can provoke him enough to scare him off. Instead, her mouth betrays her,

"You fascinate me," she whispers, shaking her head, amazed, not by feeling it, but by admitting it so fully.

His svelte mouth, which has remained still, twists up ways, eloquently.


She wakes up.
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Art: Margees

lunes, 29 de marzo de 2010

Arid


Dry. The eyes don’t manage anymore.
Not when the heart expands,
not when every corner of the skin aches,
not even when the chest burns, flames menacing to escape through every pore of the body.
Nevertheless, the symptoms persist, the swelling of the throat, the soaring lips, the transitory end of pulse.
For a second, and forgetting everything that placed them there, the eyes crave to expulse the flames.
And after experimenting yet another failure, they are left knowing...
…that the first tear they ever spill again will sting, ardently, and hopefully it will be satisfying.

lunes, 22 de marzo de 2010

Whispers


Don’t speak too loud. Although people like to stare at yellers, whisperers are the ones who get to be heard carefully.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Déja vu


Abrías los labios, sin sentido, sin razones. Saboreabas el aire caliente, asfixiante. Sonreías, sólo si nadie estaba viendo, y dejabas que el agua corriera; ya no sólo por el largo de los brazos, el alto de las piernas, lo atado del cabello, ahora también por la comisura de los labios.

Primero escondida en un rincón, porque no estaba permitido. Luego, como retando a los que osaban de imponer, corrías por los claros del terreno, invadiendo a la brisa, dibujando lagunas, perdiéndote en gotas y barro, negándote a regresar.
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sábado, 6 de marzo de 2010

Piano


Y está ahí, silencioso, distante. No habla para llamar la atención, existe.

La humildad no se le da. Su imponencia, lo estruendoso de sus partes, lo esbelto de su ser captura los ojos de cualquiera y las manos de seleccionados.

Y cuando habla, es bajo la más sensual persuasión, a través de las yemas del más osado. Lo hace con estricta elegancia, articula con propiedad, exigiendo que se muevan entrañas.

Aparenta clasismo, sugiere intelectualidad, espanta a los comunes...
…pero, en realidad, su voz es visceral.
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Darkness


I would rather leave you in the dark, you're safer there

lunes, 1 de marzo de 2010

Asfixia


Expansión de los pulmones, sin respirar,
Invasión del tórax con un sabor...dulce, violento, picante,
Supresión del corazón,

Pelear por aire…

…Fallar en el intento.

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jueves, 25 de febrero de 2010

Fires


How fast can two bodies burn into each other?

Is it a matter of time?

…a matter of combustion?

If not, can they still burn separately?

…or, will heat soon consume them into two piles of ashes?

sábado, 20 de febrero de 2010

Vine


Love grows out of a work of caring and nurturing. Its fertile soil urges to be rained, sunned and trimmed to become, with time, fairly strong.

A great love, though, grows out of nowhere, crawling out of hostile dirt or sand, clinching on without asking for permission. And that, fiercely becomes too strong to ever get trimmed at all.
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Art: Liliana

sábado, 13 de febrero de 2010

Involution

It doesn’t matter how much you evolve, you can always fall back to the beginning.

Celos


“Ser celoso es el colmo del egoísmo, es el amor propio en defecto, es la irritación de una falsa vanidad…”

Eso decía mi papa. Realmente no sé de donde lo sacó pero lo repetía por los pasillos de la casa, cuando sabía que mamá estaba lo suficientemente cerca para oírlo, en especial si la noche anterior se había ido de farra y había regresado al amanecer.

Al día siguiente todos en la casa teníamos que aguantar a mamá arrojando los platos en el fregadero, al gato a través del patio y mi ropa limpia en el suelo de mi cuarto, junto a mi “insoportable desorden,” como ella lo llamaba; cualquier cosa que cayera en sus manos o caminara a menos de medio metro de distancia peligraba. A papá, en cambio, nos lo calábamos diciendo en voz alta frases que sólo eran para ella. “Los celos son una falta de estima por el ser amado,” decía a veces. “El hombre es celoso si ama; la mujer también, aunque no ame,” decía otras. Lo peor no era tener que escucharlo, sino observar como la ira de mama crecía como hierva mala, desmesurada, apoderándose de todo lo que se atravesara en su camino.

“El que no tiene celos no está enamorado,” decía al atardecer. Yo torcía los ojos, y en realidad, nunca entendí cómo sus frases terminaban apaciguando a la bestia furiosa. Al parecer mi hermana sí lo entendía, porque se reía suspicazmente cada vez que a él se le ocurría algo nuevo. Ella sonreía, como dándole pie para que él continuara cantando frases. Yo me alejaba de tanta estupidez.

Pero al final del día, mamá le preparaba la cena a papá, su favorita inclusive; y al ver que la vieja técnica de papá había hecho efecto, mi hermana se sentaba entre ellos, como absorbiendo toda la alegría que ellos inexplicablemente destilaban.

Mientras tanto, el gato y yo, juntitos en un sillón, coincidíamos en lo incoherente que resultaba toda la escena. Como si no supieran que en menos de una semana mamá estaría arrojando los platos en el fregadero y al gato a través del patio, de nuevo.

Papá también decía, y quizás en eso sí tenía razón, que el gato y yo nos entendíamos más de la cuenta.
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Citas: Honoré de Balzac, Inmanuel Kant, Yvon Bunin.

martes, 9 de febrero de 2010

Travesía por el Oro


Odio entrar en política, pero…

Domingo 07 de febrero de 2010: Presidente de Venezuela ordena la expropiación del edificio La Francia.
Lunes 08 de febrero de 2010: Comerciantes y empleados reclaman lo que llaman la expropiación de su libertad.
Martes 09 de febrero de 2010: Desalojan Edificio La Francia.

Sencillo…¿no? Como chasquear los dedos, como desaparecer y aparecer cosas por arte de magia...

Pues con un poco de nostalgia me dediqué a desempolvar mis primeros trabajos universitarios y encontré esta crónica que escribí con un amigo en el 2005. Lo que se llegó a convertir en una travesía caraqueña ahora, al igual que otras cosas, no será más que parte de la historia de nuestro país, de esas cosas que entran en una frase como: “¿Recuerdas ese edificio del centro? ¿Aquel donde vendían pura joyería de oro?”

Travesía por el Oro

“!Se vende el dólar. El euro. Se compra el oro e’ 18 a 80 mil!” fue lo primero que oímos al salir de la estación del Metro de Capitolio. El húmedo clima, los conductores impacientes y la falta de espacio para transitar debido a los buhoneros, caracterizan la “travesía” en que se convierte cada visita al Edificio La Francia cuando se busca una prenda que cumpla con las 3B -bueno, bonito y barato-.

Subiendo por la avenida Norte 4, entre el remodelado Teatro Ayacucho y el antiguo Congreso Nacional, mi compañero de travesía y yo fuimos interceptados por el “promotor” de uno de los tantos locales que, en las afueras de La Francia, se dedican a la compra de oro. Los supuestos compradores parecían estar alineados estratégicamente a la espera de su próxima presa. Irónicamente, fuimos nosotros.
Intercambiamos miradas cautelosas, pero por aquello que definen como curiosidad, nos dejamos llevar. El entusiasmado promotor aseguraba tener los mejores precios a medida que nos conducía hacia el último local en uno de los pasillos cercanos al centro joyero. “Pasa adelante” dijo el encargado mientras abría la puerta corrediza de un pequeño cuarto posterior. “Pero…yo no tengo oro” le repetí constantemente al alejarme de la sospechosa entrada. “Muéstrame la cadena. ¿Quieres ir a un sitio más privado?” insistía el promotor, pero sin mucho preámbulo mi amigo me haló tajante del brazo, hasta separarme de los hambrientos compradores de oro barato.

Finalmente entramos a La Francia, nuestro destino final, ese edificio que ha sido por muchos años el principal proveedor de los anillos de matrimonio, graduación, cadenitas de bautizos y afines de la ciudad capital. Luego de haber pasado por los primeros locales de “joyería”, nos encontramos con una disyuntiva: subir por las estrechas escaleras llenas de clientes apresurados o por los pequeños y antiguos ascensores. Al ver lo lleno que iban los elevadores preferimos hacer un poco de ejercicio y subir a pié hasta el cuarto piso, donde nos dispondríamos a averiguar el precio del oro, comprobar ese mito urbano que dice “mientras más arriba más barato es el oro” ¿y por qué no?, comprar alguna pieza.
Mientras subíamos lento pero “a paso de vencedores”, tal y como citan las vallas del Gobierno que cubren Caracas, detallábamos las joyerías, locales y puesticos de cada piso. El contraste que se observa es impresionante. Puedes encontrar desde un comercio con acabados en madera y grandes vidrieras con luces amarillas que le dan un brillo adicional al oro, como también un pequeño puesto con luces blancas, un mostrador y dos vendedoras.

Al llegar al cuarto piso, entramos al local Joyerías Gady y echamos un vistazo a las vitrinas para comprobar la variedad de la mercancía. No sólo abundaban los anillos y cadenas, sino que encontramos desde pulseras de plástico hasta piezas únicas. Una de las vendedoras se ofreció a atenderme, y a medida que me mostraba sus artículos más vistosos le hice el comentario sobre mi encuentro con los “promotores” afuera del edificio. “¡Esos tipos son unos ladrones! Todo lo que te digan es mentira... te compran la pieza y luego te siguen para quitarte el dinero. Además, te engañan con la calidad de oro. Te compran el oro de 18 como si fuese de 14 quilates”, me dijo Ángela Patiño mientras abría una vitrina para sacar una pulsera.

La situación económica del edificio La Francia – fundado en 1946 y que alberga 90 joyerías- ha desmejorado en los últimos seis años. La clientela y las ventas han disminuido y el precio del oro ha subido considerablemente. A esto se le suman las constantes y molestas inspecciones del Seniat que han cerrado hasta 44 joyerías en el año 2004. Sin embargo, hay quienes se mantienen fieles al centro joyero. Rosalba Carrillo, cliente fijo de Joyerías Gady desde hace más de 25 años, es una de las pocas personas que aún va regularmente a comprar. Para ella es algo común dejar su carro en Unicentro El Marqués, tomar el Metro hasta Capitolio, comprar y regresarse con todas las prendas escondidas en la ropa, evitando llamar la atención. “Es común que la gente venga a comprar para luego revender. Como la Sra. Rosalba son pocas las personas a quienes le hacemos rebajas e incluso le aceptamos dólares”, explicó Ángela.
Dándole las gracias nos retiramos de la tienda y nos dedicamos a comprobar lo que nos había dicho. Continuamos subiendo hasta el noveno piso averiguando precios. Logramos desmentir el mito. Los precios en todo el edificio variaban en un 20%. A decir verdad, el costo oscilaba según la elegancia de la tienda. La Francia era un centro de comercio en toda su expresión. Grandes locales, pequeños establecimientos, créditos, calidad, estafas, oro, fantasía, regateros profesionales, ilusos del mercado; todo estaba ahí, en una sola estructura.

Satisfechos con nuestro descubrimiento y decepcionados por no haber comprado nada nos dirigimos a la salida del edificio.

Nuevamente recorrimos la avenida Norte 4 en dirección a la estación del Metro. Mientras bajamos las escaleras escuchamos como se perdían, entre el ruido citadino, las voces de los “promotores” que gritaban sin descanso: “!Se vende el dólar. El euro. Se compra el oro e’ 18 a 80 mil!".
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Escrito con: Mr.Green

lunes, 8 de febrero de 2010

Catharsis


So many times that my head fogs completely,
For so many hours that my strength dares to untie fantasies,
Long enough to drain my lungs and drown my eyes,
Until my heart swells in thrill or pain.

So many times that it loses all meaning,
And for so many hours that I find it again.


And you…for how long can you listen to a same song?

martes, 2 de febrero de 2010

Charcos


Su pie cayó en otro charco. Este parecía ser aún más hondo que el anterior. Ella arrugó la cara, y se movió con rapidez. Ambos zapatos le pesaban, detestaba que se le mojaran los pies. Se aferró al paraguas y suspiró con obstinación.

Él se rió.

-¿Qué?- Preguntó ella.
-Nada…-respondió, riendo otra vez entre dientes, negando con la cabeza.
-¿Qué?- preguntó ella otra vez, con un hilo de voz mucho más agudo.

Él se limitó a negar con la cabeza, sosteniendo con más firmeza el mango del paraguas que les tocó compartir, paraguas que no podría resultar más inútil en semejante aguacero. Luego de quince eternos minutos, ella estaba tan mojada como si hubiera caminado al descubierto.

Pensar que si él le hubiera hecho algo de caso, y se hubiesen quedado bajo el techo del puesto de revistas mientras pasaba lo peor del aguacero, estarían ahora sólo sutilmente mojados y, con algo de suerte, el frío de la brisa los habría obligado a darse calor mutuamente. Cosa que era totalmente improbable, claro, pero al menos no estarían esquivando pozos y llevando agua de gratis.

Lo miró de reojo. Como siempre llevaba la frente en alto, los ojos concentrados y una expresión en el rostro que caracterizaba su cotidiana seguridad.

No lo soportaba.

No soportaba como se reía de ella sin dar explicaciones; no soportaba como tomaba decisiones, presumiendo que las de él siempre eran las más apropiadas; no soportaba cómo la miraba, o peor, como evadía su miraba; pero de todo, lo que menos soportaba, era ese silencio incómodo que se creaba entre ellos cada vez que estaban solos, silencio que de alguna manera inspiraba él.

-Cuidado…-le murmuró con voz grave. En un breve movimiento él soltó el paraguas, y la sostuvo por la cintura, para elevarla tan sólo unos centímetros, como si no pesará nada, y desviarla del charco lodoso por el que estaba a punto de pasar.

El insignificante gesto disparó una corriente, que nació en su cintura, esparciéndose por todo el cuerpo.

No, nada de lo anterior tenía sentido. Lo que menos soportaba en realidad eran esos corrientazos que llegaban sin avisar, que aumentaban la temperatura de su piel, y aceleraban el ritmo de…todo.

Ella separó los labios, pero no supo que decir, sólo gotas frías se deslizaron por la comisura de su boca.

Lo miró otra vez, seguía callado. ¿Cómo podía caminar sin decir nada? Nunca decía nada, y no decir nada era tan desesperante como los charcos que le tocaba esquivar por su culpa.

Separó los labios otra vez.

-Estos silencios incómodos- preguntó con voz un tanto desafiante -¿son sólo míos?

Él se detuvo en seco. La miró, con ojos tibios. Su respiración seca, lo único que se oía eran las gotas alrededor de los dos. Él frunció el ceño, y repentinamente, a ella la corriente le volvió a atravesar el cuerpo.

Ambos se aferraron al mango del paraguas, como si dependieran de este para controlar la gravedad. Él abrió la boca lentamente, y ella sintió como se le vaciaban los pulmones de aire.

-Es de los dos- respondió él con voz suave y ronca. Después de otro silencio, en el que las gotas retumbaron aún más, él sonrió cálidamente.

Ella frunció el ceño, anonadada. Nunca entendía qué era lo que le causaba tanta gracia. Con un leve movimiento él utilizó su brazo libre para rozarle la cintura y dirigirla hacia adelante. Ella sintió como sus dedos se aferraban a su cadera, tanto como se aferraban ambos al débil paraguas. La corriente volvió a su cuerpo, retumbando en cada una de sus esquinas.

Sin necesidad de oír una palabra más ella sonrió.
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martes, 26 de enero de 2010

Caprichos de Idiosincrasia

¿Para qué escribir en inglés?

¿Para qué dejar garabatos en un papel con tinta ilegible, con jeroglifos de países que al final del día no nos pertenecen?

Son palabras que sirven de utensilios de cocina, que crean, saborean y producen; sin ser éstas las primeras que oí en mi niñez, ni las primeras que me atreví a decir en voz alta. No fue Shakespeare quién me llevó de la mano, fue Otero Silva, García Márquez. No fueron contracciones de palabras las que se dejaron manipular por mí, fueron acentos.

Entonces, ¿Para qué alejarse tanto de dónde empezó todo? De Aureliano Buendía, de las casas muertas, de la Rayuela, olvidarse por un momento del humor de Fernando Savater o de la deliciosa locura de Ernesto Sábato?

Algunos dicen que pedir prestado el bolígrafo de otras lenguas, en especial el de una que juega a conquistar el mundo, es como traicionar la identidad cultural, porque que quede claro: para los estándares sociales que nos acorralan, perdón, que nos rodean, el idioma hablado y escrito es el principio de la idiosincrasia. Inutilizarlo momentáneamente sería como traicionar la religión, los valores, la moral, todo lo que nos formó, o que al menos trató de formarnos.

Entonces, como quién osa a romper las reglas, ¡que dios nos libre de explorar otras lenguas! o peor aún, de aprender a disfrutarlas tanto que se apoderen por épocas de nuestras resmas de papel…

Pero en todo este asunto de la identidad y las raíces, algunos olvidan mencionar los pequeños baches que éstas nunca han logrado llenar. Olvidan que los que escriben lo hacen porque sí, con o sin coherencia, en castellano perfecto y pulido, o tan imperfecto que atenta contra la estabilidad intelectual de algunos.

En mi caso entiéndase por el idioma del escrito como un medio casi involuntario, resultado exquisito de una exposición placentera o dolorosa ante el mundo que rodea a aquel que escribe. Porque no se trata sólo de hacerse entender dentro de una geografía, es un impulso, por no entrar en detalles arduos, de ideas, emociones y explosiones, que se cuelan a través de un pequeño agujero de la mente humana. A veces toman forma en un idioma familiar y seguro, a veces en uno extraño y retador, otras ni siquiera llegan a vivir a través de letras, por simple incomprensión del mismo escritor.

Pero, por inevitable que resulte, lo cierto es que de impulsos y caprichos nunca ha entendido mucho la idiosincrasia.

Creation


Close your eyes.

And as soon as the blackout takes over, let the burning pavement disappear from below your feet. Block the artificial lights, the dust, the screams, the beggining of chaos.

And when you open them, do it carefully so the hot rays of sunlight don’t hurt your eyes. Listen to the breeze whispering lullabies, the drops falling from nowhere.

Rocks rise full of revelry, high enough to walk through clouds; the sky swims down to touch at least a small part of the humid ground, showing off proudly a hypnotizing work of colors, from peach to blue, to wine, to indigo. Water is born, working a path towards the beginning of things; foam sparks and rain releases itself over you.

Finally, earth can be made again.
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Picture: Kari-Kari

jueves, 21 de enero de 2010

Thirst...


You have had it, so many times in your life.

You have suffered it, savored it. That unbearable soar in your throat, that despairing excess of sweetness.

You have fought it, searching for ways to replace the pleasure that only satiation can ever bring.

You have fooled it, stroking your tongue against your broken lips, rubbing your fingers over the dry skin of your neck, breathing in air that runs down your lungs like broken glass.

You have despaired because of it, you have even tried to live in spite of it.

But just one second before reaching insanity, and a split moment after running out of hope, opportunity might smirk at you, and will let you get rid of that necessity…

…but don’t satiate it all at once. Tease it, see yourself through it, let it run down your bare fingers.

Let it teach you what satisfaction is all about.
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Picture: Kari-Kari

Duda


Todo quedó en silencio. Su seca respiración latía diminuta dentro de su pecho. Sus músculos se tensaron aún más, había llegado el momento de hacer justicia y todo estaba resultando más fácil de lo que se lo había imaginado. Una incómoda sonrisa se desplazó en sus labios.

Pensó en saborear el momento, pero los ojos del hombre al que había acorralado eran tan vacíos como el mismo silencio. Tragó saliva, áspera y pesada. El ácido sonido que produjo su arma al prepararse le recordó que esto no era uno más de sus sueños, ni una más de sus pesadillas.

Sus dedos, hirviendo en un sudor helado se aferraron aún más al cuello de su víctima. Los papeles se habían invertido. Alguna vez él fue el acorralado, la víctima.

De pronto sintió como su sonrisa se desvanecía silente. ¿El arma se había quedado trabada o eran sus dedos los que se habían congelado en ella?
La sonrisa se trasladó al rostro de la víctima.

Había resultado muy fácil, tanto en sueños como en pesadillas, cumplir con su propia sentencia de justicia. Ahí él era determinante, tajante, su piel no sudaba, el metal del arma no vibraba vacilante contra la cien del hombre que merecía morir.
Un frío sonido estalló de la garganta del acorralado. El ruido desató al victimario, lo asqueó, le dio nauseas. ¿Era ese sonido una risa burlona?

El arma, desafiante, cobró vida en un segundo.
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lunes, 18 de enero de 2010

Downfall


She walks slowly...

So slow that her legs feel light, lighter than the rhythm of her breathing.

The wet, cold ground embraces the bare palms of her feet, like everything else.

Like everything always does.

She closes her eyes for a moment, to concentrate, and when she opens them in the dark forest
she sees with contempt what she has been running after. She aims, directs her bow, her arrow, her meditation towards the fierce creature, with bright yellow eyes that swear to be a threat.

Her pulse doesn’t tremble. Her hands remain stiff. The beast opens his mouth slowly, flashing his white teeth, liking grinning gracefully.

She hesitates for once that night, contemplating the monster.

Or…is it not a monster? The creature breathes, moves slowly towards her. His skin rising. His hair shining, a beautiful mixture of silver and ebony. His heat fills the space between them, breaking the stiffness of the cold forest.

Her bow and arrow are no longer pointing at the approaching creature. She admires how he moves, with premeditation, elegancy seducing her eyes, uncertainty ruling the minutes she probably had left.

She closes her eyes again, for seconds only, considering all to be a dream.
But she doesn’t wake up, and she can only feel tempted by the sense of his deep breathing, inches away from her skin.