jueves, 13 de agosto de 2009

A Pie las Calles se Disfrutan Más


A pie las calles se disfrutan más...

Eso decía mi abuelo que cuando era joven bajaba todos los días tan temprano como le permitía la luz del sol, o a veces antes, a ser el primero en comprar la prensa matutina que esperaba por él caliente, como recién salida del horno. Con el periódico bajo el brazo se acomodaba su mejor sombrero y emprendía su caminata diaria.

A veces era el primero en recorrer las aceras de la ciudad, pero a medida que avanzaba en su camino se encontraba con sus compañeros rutinarios de calle. Saludaba desde lejos al señor de la zapatería, que siempre le tenía un par en reparación; asentando sutilmente la cabeza y tomando con los dedos la punta de su sombrero, le sonreía a la bella dama de la panadería que apenas estaba subiendo la santa maría del local; se detenía momentáneamente a charlar con el hijo del carnicero que prefería holgazanear antes de ayudar a su padre a cortar la res para entregar los pedidos del día.

Siempre llegaba tan temprano a su destino que le daba tiempo de parar en la cafetería de enfrente a tomarse un negro bien cargado mientras abría su adorado periódico directamente en la sección de internacionales. Cuando no quedaba más café en la taza, se disponía a entrar al gran edificio marrón que lo recibía temprano y lo despachaba en la tarde, cuando terminaba su jornada laboral.

Yo, difiero ligeramente.

Esta mañana me vi obligado a regresarme a la casa a cambiarme los zapatos luego de haberlos arruinado irreversiblemente en un charco de una profundidad casi ridícula. Este retraso hizo que llegara a la parada justo cuando el carrito se había ido.

Ahora llevo veinte minutos esperando por el próximo y creo, no, sé que seguiré aquí por veinte minutos más. Ni de broma camino hasta el trabajo, a menos que quiera llegar al mediodía. Con el periódico matutino trato de cubrirme la cabeza del chaparrón que empezó a caer, aunque es inútil porque ya estoy mojado gracias al idiota que pasó en su Autana a toda mecha, haciéndome el favor de mojarme hasta la ropa interior.

Con cuarenta minutos de retraso me afinco en contradecir a mi querido abuelo en eso de que a pie las calles se disfrutan más.

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